viernes, 25 de mayo de 2012

La convergencia y el periodismo



Los avances tecnológicos y la profesión periodística han sabido configurar espacios en los que la información predomina sobre los marcos espaciales y temporales. Las apreciaciones están determinadas ante todo por modelos económicos como el consumismo.

Hablar de convergencia implica escudriñar su significado. La integración tecnológica, empresarial y de las formas de comunicación de la sociedad moderna ha complejizado las plataformas de trabajo que antes suponían al periodista una profesión de pocas reproducciones (al menos en un principio). Sin embargo hoy día la diversidad de formatos, de aparatos y de emisores ha logrado configurar nuevas formas de ejercer el periodismo para ofrecer acercamientos a la sociedad desde eventuales espacios que se anticipan al movimiento.

Es increíble presenciar la cercanía que ha propuesto  el tiempo moderno. Las facilidades que se pueden generar para un periodista logran favorecer en gran medida la calidad de las publicaciones y los procesos de producción que se generan.

Si bien las ventajas que ha tenido lugar en la actualidad la producción de información se puede considerar infinita, también hay que tener en cuenta cuan complejos llegan a ser las interpretaciones ahora conjugadas con lo bueno y lo malo. La moral de los oficios y los productores cobra sentido una vez se evidencia la eficacia y, ante todo, la facilidad de trasmitir opiniones.

Por otra parte la capacidad de desarrollar múltiples tareas, en múltiples espacios y múltiples temporalidades da lugar a exigencias nuevas, como la intromisión a otras profesiones, que acarrean al periodismo. Ya no se es periodista, se es un personaje “multitarea”.

Los costos y ventajas de la producción digital llegan a degradar la función de los medios. El consumismo y el capitalismo del que son dueños los Estados modernos incluyen dentro de sí la necesidad de reducir la labor para anteponer los contenidos facilistas y las conductas reduccionistas. Si bien la convergencia, lejos de ser una opción, llega al periodismo como una obligación por su marcado instinto acaparador de actividades y por la satisfacción que da a los consumidores. La demanda exige capacidades, y las capacidades imponen beneficios.

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