Los avances tecnológicos y
la profesión periodística han sabido configurar espacios en los que la información
predomina sobre los marcos espaciales y temporales. Las apreciaciones están
determinadas ante todo por modelos económicos como el consumismo.
Hablar de convergencia
implica escudriñar su significado. La integración tecnológica, empresarial y de
las formas de comunicación de la sociedad moderna ha complejizado las
plataformas de trabajo que antes suponían al periodista una profesión de pocas
reproducciones (al menos en un principio). Sin embargo hoy día la diversidad de
formatos, de aparatos y de emisores ha logrado configurar nuevas formas de ejercer
el periodismo para ofrecer acercamientos a la sociedad desde eventuales
espacios que se anticipan al movimiento.
Es increíble presenciar la
cercanía que ha propuesto el tiempo
moderno. Las facilidades que se pueden generar para un periodista logran
favorecer en gran medida la calidad de las publicaciones y los procesos de
producción que se generan.
Si bien las ventajas que ha
tenido lugar en la actualidad la producción de información se puede considerar
infinita, también hay que tener en cuenta cuan complejos llegan a ser las
interpretaciones ahora conjugadas con lo bueno y lo malo. La moral de los
oficios y los productores cobra sentido una vez se evidencia la eficacia y,
ante todo, la facilidad de trasmitir opiniones.
Por otra parte la capacidad
de desarrollar múltiples tareas, en múltiples espacios y múltiples
temporalidades da lugar a exigencias nuevas, como la intromisión a otras
profesiones, que acarrean al periodismo. Ya no se es periodista, se es un
personaje “multitarea”.
Los costos y ventajas de la
producción digital llegan a degradar la función de los medios. El consumismo y
el capitalismo del que son dueños los Estados modernos incluyen dentro de sí la
necesidad de reducir la labor para anteponer los contenidos facilistas y las
conductas reduccionistas. Si bien la convergencia, lejos de ser una opción,
llega al periodismo como una obligación por su marcado instinto acaparador de
actividades y por la satisfacción que da a los consumidores. La demanda exige capacidades,
y las capacidades imponen beneficios.
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